Sobre la humillación
De: diamoteamo
Hablar de humillación dentro de la cultura BDSM no es lo mismo que hablar de
humillación dentro de la sociedad en la que vivimos. Es preciso aclarar que utilizamos
el mismo término para designar conceptos diferentes.
En el actual contexto moral, la humillación
se define como la denigración forzada de una persona mediante un proceso de
subyugación que daña su dignidad; ser humillado significa ser puesto en una
situación devaluada en contra del interés propio; y humillar es violar la expectativa que toda persona debería
tener de que los derechos humanos básicos sean respetados.
Sin embargo, la humillación dentro del BDSM
está guiada por tres principios fundamentales: Sano, Seguro y Acordado. Llevar
a cabo la humillación basándose en estas tres reglas básicas constituye la gran
diferencia entre un intercambio de poder y un abuso. Cualquier actividad que involucre el intercambio
de poder debe ser sana a nivel psicológico, físico y emocional. Cualquier acto
que no sea acordado y aprobado en toda su extensión por ambas partes constituye
un abuso.
La escala vertical del valor
humano
La humillación, tal como entendemos hoy
en la sociedad, surge del concepto moral de que todos los seres humanos, independientemente de las diferencias
que existan entre nosotros, nacemos con los mismos derechos y con igual
dignidad.
Sin embargo, esta idea no siempre ha
existido. Durante siglos las sociedades occidentales -y la mayoría de las
sociedades del planeta- han convivido con naturalidad con una escala vertical del
valor humano, según la cual el hecho de que unos seres humanos tuvieran mayor
valor moral –mayor dignidad- que otros no se ponía en cuestión. Durante
milenios los hombres han asumido que inclinarse humildemente, humillarse, ante
el amo o señor era una respuesta lógica al orden natural de las cosas, que
implicaba, entre otras cuestiones, la existencia de personas de mayor valía que
otras. Y si uno no se humillaba voluntariamente ante quien estaba por encima en
la jerarquía del valor moral, era lógico y normal que fuera el señor por la
fuerza quien pusiera a cada cual en el sitio que supuestamente le correspondía.
Nada había de humillante, tal como entendemos actualmente el término, en el
hecho de ser dominado, subyugado o degradado por la fuerza en un mundo en el
que se asumía con naturalidad que los seres humanos no éramos iguales en
dignidad y derechos. Durante milenios humillar era una obligación de los
señores y humillarse ante ellos una consecuencia natural del orden divino,
además de una virtud moral básica para la estabilidad y la prosperidad de las
sociedades civilizadas.
Humillación viene de la palabra latina
humus (tierra). Durante el tiempo dominado por la ética vertical del valor
humano, el significado del verbo humillar aplicado a los hombres -bajar, poner
en el suelo- ha carecido de las connotaciones negativas que tiene actualmente.
Según esta ética vertical, humillar no es algo malo, sino una obligación del
Señor que debe poner en su sitio a quien está en un rango inferior.
La cultura BDSM adopta un concepto de
la humillación basado en la escala vertical del valor humano. Dentro del BDSM
no se cuestiona que unos seres humanos tengan un mayor valor moral que otros, y
como ya he dicho antes, humillarse
ante al Amo es la respuesta lógica al orden natural de las cosas.
El autorrespeto
Si nos trasladamos al momento presente
se puede decir que la humillación es la sensación que invade a la persona
cuando ésta pierde su autorrespeto. El autorrespeto es un sentimiento íntimo y
básico que surge de uno mismo hacia sí mismo y que, en condiciones normales,
todas las personas tenemos por el mero hecho de sabernos humanos. El
autorrespeto es, por lo tanto, un sentimiento de valor esencial que nos viene
dado por nuestra conciencia de pertenencia al grupo humano.
La humillación es un sentimiento de
valor profundo, ligado a la esencia de lo que uno es. A pesar de ser un
sentimiento profundamente íntimo y esencial que aparece por el simple hecho de
sabernos humanos, el autorrespeto depende paradójicamente del trato y la
consideración que los otros nos dispensan: si los otros nos tratan ignorando
nuestra pertenencia igualitaria al grupo humano, nuestro autorrespeto puede
llegar a verse amenazado. Cuando esto ocurre aparece la humillación,
Esa pérdida del autorrespeto dentro del
BDSM no supone una vulneración de la dignidad del esclavo, sino un refuerzo de
esa dignidad. A medida que el sumiso pierde su conciencia de pertenencia
igualitaria al grupo humano, se fortalece y aumenta su propio respeto como
esclavo, ante él mismo y ante su Dominante.
Como vivimos en una sociedad
igualitaria la conciencia del esclavo depende exclusivamente del trato y la
consideración que le dispensa su Dominante. Por eso es tan importante la
humillación del Señor para que un esclavo se sienta como tal.
Pero un esclavo elige a su Dueño, y no
se humilla ante el primero que dice ser Amo.
Esto es así porque dentro del BDSM nada
se hace en contra del interés propio. Todo está consentido y acordado dentro de
la seguridad y el respeto hacia el otro. En el BDSM la humillación no implica
la pérdida del respeto propio, sino todo lo contrario. A través de la
humillación se consigue poner al esclavo en el centro de su identidad. Se le
obliga a enfrentarse a su auténtica naturaleza y solo siendo lo que está
llamado a ser, puede, un esclavo, ser feliz.
Esto no quiere decir que aceptar la
humillación dentro del BDSM no suponga un esfuerzo considerable para el sumiso;
a diferencia de lo que ocurría en la época en la que imperaba la escala
vertical del valor humano, donde aceptar la humillación era lo que
correspondía, y se aceptaba sin sufrimiento por parte del que estaba debajo.
Pero la ética cambió o, mejor dicho,
está cambiando. Ese cambio ha traído consigo un nuevo principio moral
fundamental: la igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos. Es
evidente, entonces, que si el esclavo siente la humillación en las propias
carnes, es porque primero ha interiorizado el mensaje igualitario. Solo si reconocemos
previamente que somos iguales podemos transgredir esa norma y crear un nuevo
orden donde unos tenemos un mayor valor moral que otros. El BDSM nos permite crear
ese nuevo orden.
La humillación en el BDSM
Dentro del BDSM podemos elegir una
conciencia que la sociedad actual censuraría desde su moralidad igualitaria. Seriamos necios si lamentáramos la existencia
de esa censura, pues esa posibilidad de transgresión de la norma, según nuestros
propios deseos y necesidades, nos proporciona placer. Si no existiera la norma igualitaria
no existiría el goce que le supone al esclavo complacer a su Dueño, aceptando,
a través del dolor, el miedo o el disgusto, la humillación que el Amo le exige.
Si no hay malestar y sacrificio no hay juego.
La moral externa y social entra en
conflicto con la propia moral interna y personal del sumiso, y puede hacerle
dudar de la legitimidad de sus propios deseos. No es fácil, al principio,
olvidar el marco de referencia en el que hemos sido educados. Pero si nuestra
naturaleza sumisa o dominante se manifiesta, sabemos que es más difícil, aún,
renunciar a ella.
Pero nunca hay que olvidar que solo es BDSM
aquello que se enmarca dentro de los estrictos límites de la responsabilidad,
la seguridad y el acuerdo. En el BDSM, incluso si existe consentimiento, no
todo está permitido. Solo si respeto a mi esclavo deseo humillarle.
Humillar en el BDSM no es denigrar a alguien
hasta el punto de herirle emocionalmente. Las heridas emocionales tardan más en
curarse que las físicas y hay que cuidar mucho los límites en este sentido.
A través de la humillación un Dominante da un
trato especial a su sumiso poniéndolo en su lugar de una manera sensata y
consensuada. No se trata de hacer que se sienta mal consigo mismo, vulnerando
su dignidad como esclavo, pues todo comportamiento ha de ser aceptado y pactado
libremente por ambas partes.
En BDSM hay prácticas que fuera de esta
cultura pueden parecer ofensivas y que la sociedad actual, desde su perspectiva
moral, considera que son denigrantes y que vulneran la dignidad. Por ejemplo,
nos enseñan que arrodillarse es un menoscabo de nuestra dignidad, pero lo que
para la sociedad es humillante y por lo tanto indigno, para el esclavo es el
reconocimiento de la autoridad del Amo y una manifestación física de su
sometimiento.
El proceso de animalización es
humillante en sí mismo. Llamar a alguien perro es despojarlo de su humanidad.
Hacerle comportarse como un perro, caminar a cuatro patas o dormir en el suelo conecta
directamente al sumiso con la humillación. Pero ser sumiso no significa ser
débil, ni tiene nada que ver con dejarse humillar por cualquiera. Un sumiso jamás permitiría que nadie le
humillara salvo su Dominante. A través de la animalización algunos esclavos
encuentran la esencia de su verdadera naturaleza y el BDSM les permite
explorarla, además de evolucionar y crecer como esclavos.
El sumiso siente vergüenza de sí mismo ante un
acto humillante, porque vive en una sociedad que ha suprimido la escala
vertical del valor humano. Sabe que está faltando a su autorrespeto como ser
libre, al ignorar su pertenencia igualitaria al grupo en el que vive. Pero la
grandeza del sumiso reside en su capacidad para transformar ese pudor en
orgullo al considerarlo una manifestación de la obediencia que debe a su Dueño. A través de la
humillación el esclavo sale fortalecido.
Paradójicamente la humillación en el
BDSM no hace indigno a quien la recibe, sino todo lo contrario, le hace digno
de confianza y respeto. Como Dominante tengo que decir que solo me place
humillar a quien me inspira afecto y que mi esclavo acepte mi humillación
genera respeto y amor hacia él. A
través de la humillación, el Dominante y el sumiso conectan transgrediendo
normas y convirtiendo la relación D/s en una experiencia tan intensa como excepcional.